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Flacso advierte: “La vulnerabilidad acumulada profundiza la precariedad laboral en mujeres”

  • Foto del escritor: osvaldo badenier
    osvaldo badenier
  • 10 mar
  • 3 Min. de lectura

“La informalidad laboral afecta más a las mujeres que a los hombres, dejándolas sin seguridad social, sin derechos laborales y en mayor riesgo de vulnerabilidad al ingresar al mercado laboral”, señala la cientista política María José González.

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La inserción laboral femenina es clave para medir los avances en equidad de género. Sin embargo, en Chile, las mujeres siguen enfrentando barreras estructurales: menor participación en el mercado laboral, mayor informalidad y desigualdad salarial.

En entrevista con El Mostrador, María José González, investigadora de Flacso, advierte que la brecha sigue marcada por la conciliación trabajo-familia y la sobrecarga del cuidado. “A pesar de los avances, la falta de apoyo estatal y legislativo para el trabajo de cuidados impide que muchas mujeres accedan a empleos formales y estables”, señala.


Brechas laborales que persisten


Las cifras reflejan un escenario complejo. La tasa de participación laboral femenina es de 52,1%, muy por debajo del 71% de los hombres. A esto se suma la segregación ocupacional: la mayoría de las mujeres trabaja en sectores vinculados al cuidado y la educación, mientras que los cargos de liderazgo siguen dominados por hombres, incluso en niveles educativos similares.

González destaca que la brecha salarial sigue siendo una realidad, y que aumenta a medida que se asciende en la jerarquía empresarial. “El acceso a cargos de liderazgo es aún limitado para las mujeres, y las que logran llegar a ellos enfrentan una diferencia salarial mayor en comparación con sus pares hombres”, explica.


Trabajo informal y precariedad acumulada


Un desafío central es la informalidad. Las mujeres trabajan en empleos informales en mayor proporción que los hombres, lo que implica desprotección social, ausencia de derechos laborales y mayor vulnerabilidad económica. Además, muchas optan por jornadas parciales o interrumpen su trayectoria laboral debido a responsabilidades de cuidado, lo que se traduce en lagunas previsionales y menor estabilidad financiera en el futuro.

“La precariedad laboral femenina no es solo una cuestión coyuntural, sino un fenómeno acumulativo a lo largo de la vida. Las interrupciones laborales por maternidad o cuidado afectan sus ingresos, sus pensiones y su desarrollo profesional”, advierte González.


El rol clave de la legislación


Para abordar estas inequidades, González enfatiza la necesidad de avanzar en políticas públicas concretas. “La legislación es clave para reducir la desigualdad. La Ley Karin es un ejemplo de cómo normativas específicas pueden empoderar a las mujeres y mejorar sus condiciones laborales”, sostiene.

En este contexto, la equidad salarial sigue siendo una deuda pendiente. Pese a que el proyecto de ley fue despachado a la Comisión de Trabajo del Senado, su avance ha sido lento. “Si queremos cambiar la realidad del empleo femenino, necesitamos normas que garanticen salarios equitativos y acceso a oportunidades de crecimiento profesional”, afirma.


Hacia un sistema de cuidados más equitativo


El trabajo de cuidados sigue siendo una de las principales barreras para la participación laboral femenina. Chile está avanzando con iniciativas como Chile Cuida, pero aún falta una estrategia más sólida.

Un ejemplo a seguir es el modelo de “manzanas del cuidado” en Bogotá, que ofrece apoyo comunitario a mujeres cuidadoras, permitiéndoles recuperar tiempo para su desarrollo personal y profesional. “Este tipo de políticas pueden hacer una diferencia real en la vida de las mujeres”, destaca González.


Chile en el contexto regional


A nivel latinoamericano, Chile muestra avances en protección social, como el postnatal extendido, pero sigue rezagado en participación laboral femenina, superado por países como Uruguay, Perú y Colombia. En informalidad, si bien tiene una de las tasas más bajas de la región, la persistencia del problema es un desafío compartido.


Reducir la desigualdad laboral de género requiere cambios estructurales, no solo simbólicos. Garantizar acceso equitativo al trabajo formal, cerrar la brecha salarial y fortalecer las políticas de cuidados son pasos fundamentales para que las mujeres puedan desarrollarse plenamente en el mundo laboral.

 
 
 

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